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Capote en la zona

Antonio Eligio (Tonel)

Every artist’s work has a title.
Titles are my work
Lawrence Weiner

El arte de Yoan Capote crea su propia zona, cuando explora y cultiva un terreno ideal para ciertos encuentros. En esa zona convergen y se funden los cuerpos rotundos de sus realizaciones escultóricas con la levedad de la palabra. Aunque separado las más de las veces del objeto mismo, el texto (bien sea título o acotación en la etiqueta de pared) es en sus obras tan imprescindible como los materiales mismos en los que han sido moldeadas, fundidas y talladas sus realizaciones.

De ahí la frase de Weiner que encabeza estas líneas: está claro que Capote no se concentra en el lenguaje a la manera en que lo ha hecho el incomparable artista estadounidense, para quien la palabra es esencia, y vehículo de lo material. Y sin embargo, las obras del artista cubano necesitan de la palabra como el pez del agua, y se mueven dentro del lenguaje con una fluidez que tiene la cualidad de lo poético. En su caso, la obra es también el título, en la medida en que ese componente textual agrega siempre dimensiones imprescindibles para la existencia —por no decir la comprensión— de lo creado. Capote va mas allá, por tanto, de la relación convencional, suplementaria entre obra y título, y sitúa su trabajo en un nivel donde la preeminencia de lo tridimensional se presenta atemperada, modulada por las sutilezas y los énfasis verbales.

Imagino que en esa zona ocupada por Capote conviven puerta con puerta —quizás coexisten ya, bajo el mismo techo— el taller de escultura y la biblioteca. Entre los libros (“siempre abiertos”, como pedía el poeta y a la mano para enmendar o fecundar los asuntos que así lo requieran) se hallarán varios tomos de versos: Augusto de Campos, Apollinaire, Mallarmé y Haroldo de Campos son algunos de los autores que han de haber encontrado un sitio en las estanterías polvorosas, entre las demás herramientas del taller.

Capote ha desarrollado una obra que propicia igualmente otros equilibrios y encuentros: la presencia física imponente y los materiales de procedencia industrial, tan afines a la tradición del arte minimal, conviven en su trabajo con una delicadeza y un enfoque en los detalles que evocan a un tiempo las convenciones del oficio académico y la revalorización posmodernista de habilidades artesanales. Entre tales ejes estilísticos se define su campo creativo, con resultados que se adaptan continuamente a las exigencias específicas de la idea a enfrentar. Un vistazo al conjunto de su producción nos permite comprobar la correspondencia entre la variedad de esas ideas y los materiales y técnicas que dominan en la ejecución final de las instalaciones y esculturas. En este sentido, es fundamental la atención a la expresividad propia de cada material y a los efectos del acabado final, en el tono de cada pieza. Se trata de un tipo de obra identificada, de cierta manera, con las concepciones del diseño industrial, por la importancia muy marcada de aspectos como la selección de los materiales, las técnicas de manufactura y la escala, todo en función de un estado “ideal”, de eficiencia, en el objeto que resulta. La cercanía con el diseño informa en buena medida muchos de los objetos concebidos por Capote, les dota de un aura atribuible al prototipo, a ese modelo arquetípico en el cual ha encarnado una idea en su estado mas puro y perfecto.

Varias obras de Yoan Capote logran una fusión peculiar de lo basto y lo refinado, tanto materialmente como en las problemáticas y asuntos que se abordan. Este es un rasgo inseparable del tono de paradoja y del humor —salpicado de sordidez— que exudan muchas de sus realizaciones más significativas. “Autorretrato (cada uno de nosotros)”, con el contraste dramático entre la enormidad de los bloques de concreto y la delgadez de las (esqueléticas) piernas de bronce que  sostienen a esos mismos bloques, así como “Análisis de lo bello” al convertir en objeto suntuario un tanque de basura, dan muestra fehaciente de esta armonía de contrastes tan común en su trabajo.

El mismo “Autorretrato…” permite un comentario sobre otra faceta muy productiva de su creación: la habilidad para elaborar planteamientos basados en el acercamiento al cuerpo humano y en la recreación de una anatomía fragmentada, incompleta, o simplemente sujeta a alteraciones que introducen, a veces, un erotismo marcado por el humor y lo absurdo. Esas alteraciones pueden extenderse al objeto mismo, representado como extensión de deformaciones anatómicas, con tintes de surrealismo y mucho de grotesco. Cuando ello sucede (por ejemplo en “Casados” y “Erección”) lo deforme se traslada de los cuerpos individuales al cuerpo social y define al objeto, para aludir de este modo a fenómenos que sin dudas abarcan mucho más que desarreglos corporales.

El cuerpo inacabado, hecho de fragmentos anatómicos dispersos, subraya la posibilidad de entender al ser cual un objeto más, armable y desarmable, del que se puede disponer a conveniencia. La organicidad de lo anatómico se conjuga con la rigidez geométrica del concreto, la piedra o el bronce, para establecer un hilo conductor que enlaza y da coherencia a estas obras. En ese hilo se trenzan el interés por la sexualidad y el énfasis en el cuerpo grotesco, significado por sus órganos genitales, sus secreciones y sus orificios (narices, orejas, bocas).

Yoan Capote ha logrado hilvanar una obra coherente, inspirada en el entorno social y cultural cubano, marcada por una ejecución y un tono que no dan nunca la espalda a la materialidad local, ni al lenguaje habanero. Al mismo tiempo, su obra establece un diálogo con asuntos que no se agotan en las circunstancias de su entorno más cercano, insular. Su trabajo se encuentra en sintonía con un segmento significativo del arte que se produce fuera de Cuba, y tiene un destino internacional mientras se mueve en El Vedado. Este es sin dudas el encuentro, la convergencia más fascinante de cuantas puede propiciar esa zona de creación que Yoan ha creado y cultiva, a su manera, hoy por hoy.

Vancouver, marzo de 2009.

Autorretrato (cada uno de nosotros), 2002-2008 / Concreto y bronce fundido / 175 x 50 x 50 cm
Autorretrato (cada uno de nosotros)
De 2002 hasta 2008
Concreto y bronce fundido: 250 kg en equilibrio
175 x 50 x 50 cm
Erección, 2002-2008 / Madera / 210 x 105 x 52 cm
Erección
De 2002 hasta 2008
Madera
210 x 105 x 52 cm